Doce artistas en el
museo del Prado

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The young Basque sculptor Naia del Castillo, who has become a vigorous presence on the Spanish art scene today, is a good example of the way in which artistic progress and rethinking is never the result of the use of different techniques or materials per se, but rather of their creative results. In this sense she has until now made skilled use of installations and manipulated photographs, revealing the conceptual and material freedom that Dada gave to art and which has continued to grow since that date, particularly from the time of Pop Art to the present. As with those earlier movements, for Naia del Castillo art can be made from any object or resource, but without ever losing sight of reality, not so much in order to represent it but to reply to it and thus reinstate narrative within the visual arts. Del Castillo's focus on narrative is not dependent on her use of the genre of the great historical tales and legends. Rather, it relies on the critical testimony that her personal experience offers. Her involvement in the present project is thus particularly interesting as she does not confine herself to a confrontation between past and present or between the holy sanctuary of the museum and everyday life but between all of it and more, as an encounter between stories.

This is evident in the two works that Naia del Castillo has produced for this project. In the first, entitled Saint Barbara, she has made use of the painting of that title by the Flemish artist Robert Campin. It is a triptych, the elements of which Del Castillo has altered and combined but without losing sight of its original meaning or that serene, realistic and domestic intimacy which is so characteristic of the Early Netherlandish painters. In Campin's interpretation the centre of the pious story of Saint Barbara is a wise virgin whom he shows engaged in her reading in a burgher's interior, seemingly remote from what is happening outside, which is in fact the event that leads to her tragic fate. Del Castillo insets this episode in the manner of a reflection in a convex mirror, but introducing into the room the symmetrical image of another young woman from the present day, also involved in her book. This specular convexity not only functions to expand not only space but also time: all of which is characteristic of a supernatural, divine vision. It is not by chance that Bosch's Table of the Seven Deadly Sins turns around the all-seeing divine eye at its centre. To see space in a temporal sense not only relativises history but transforms vision into pre-vision, in other words, into a critical vision. In the present case it is not just a question of "updating" a legend or a historic painting: rather it is about the relationship between our very insides and outsides, between life and destiny, individual and society. Naia del Castillo has presented all these concepts but in a way totally devoid of rhetoric and from her particular female viewpoint, given that this approach of looking "between" history is also one "between" women. On the second photograph the artist has hung a real necklace with a gold-plated medallion that depicts the scene of the Expulsion of Adam and Eve from the Garden of Eden after Fra Angelico's composition. The medallion gleams against the skin of a nude female bust, which is darkened by a piece of transparent black gauze. This is the story of sin and redemption, of sex and guilt, but also of the insidious interconnection of narrative in which assigned roles are altered: a brilliant intervention or critical response to the turmoil of life among the splendour of gold and lust.



La joven escultora vasca Naia del Castillo, que ha irrumpido con fuerza en el panorama artístico español actual, es un buen ejemplo de cómo la renova-ción artística no es nunca el resultado del uso en sí de técnicas o materiales diferentes, sino de su rendimiento creativo. En este sentido, hasta el momento, esta artista se ha manejado con soltura con instalaciones y fotografías manipuladas, revalidando la li-bertad conceptual y material con que revolucionó el arte el dadaísmo y no ha dejado de extenderse, sobre todo, desde el arte pop hasta la actualidad. Como ocurrió con los antecedentes citados, para Naia del Castillo se puede hacer arte mediante cualquier cosa o recurso, pero sin perder nunca de vista la realidad, no tanto para representarla, sino para darle réplica, lo que significa restaurar la narración dentro de las artes visuales. Su voluntad narrativa no está supeditada al género de los grandes relatos, sino al testimonio crítico directo de su experiencia personal. Es por esta razón por la que su intervención en el Museo del Prado cobra un especial interés, que, en su caso, no se limita a la confrontación entre pasado y presente, ni tampoco entre el recinto sacralizado del museo y la vida cotidiana, sino todo ello y lo que se quiera más, pero como cruce de historias.

Así lo podemos apreciar en las dos obras que ha producido al respecto. En la primera, titulada Santa Bárbara, Naia del Castillo se ha servido de la pintura homónima del flamenco Robert Campin, un tríptico, cuyos elementos han sido alterados y sintetizados pero sin perder su significado original, ni ese sereno intimismo, realista y doméstico, tan característico de los maestros primitivos de los Países Bajos. La esencia de la piadosa historia de Santa Bárbara, según la interpretación de Campin, es la de una virgen prudente, que lee, abstraída, en su habitación burguesa, al parecer por completo ajena a lo que está ocurriendo en el exterior, que no es otra cosa que lo que sellará trágicamente su destino. Naia del Castillo embute este episodio como reflejo de un espejo convexo, pero introduciendo en la estancia la imagen simétrica de otra joven, de hoy, que también está absorta en la contemplación de un libro. De esta manera, la convexidad especular no sólo sirve para agrandar el espacio, sino también el tiempo; vamos: lo propio de una visión sobrenatural, divina. No en balde, La Mesa de los pecados capitales, de El Bosco, gira sobre el centro de un ojo divino que todo lo ve. Ver espacio-temporalmente no sólo relativiza la historia, sino que convierte la visión en una previsión o, si se quiere, en una visión crítica. En el caso que nos ocupa, no se trata sólo de "actualizar" una leyenda o un cuadro histórico, sino la relación entre el dentro y el fuera de nosotros mismos, entre vida y destino, entre individuo y sociedad, todo lo cual Naia del Castillo lo ha expuesto, como no podía ser de otra manera, sin ninguna retórica, desde su personal óptica femenina, pues esta intrahistoria es asimismo entre mujeres.

A la segunda fotografía Naia del Castillo le ha colgado un collar real, con una medalla bañada en oro que representa la escena de la expulsión de Adán y Eva del paraíso, según el modelo de Fra Angelico. El reluciente colgante resplandece sobre un desnudo busto femenino, oscurecido por una gasa negra transparente. Es la historia del pecado y de la redención, del sexo y de la culpa, pero también la del insidioso entrecruzamiento narrativo donde se alteran los papeles asignados: una brillante intervención o réplica crítica sobre el desgarramiento de la vida en medio del esplendor áureo y de la lujuria.

FRANCISCO CALVO SERRALLER Doce artistas en el museo del Prado.
Museo del Prado, 2007.




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